Mercedes Chacín
Hasta esos días mi actividad periodística se había centrado en una especialidad en extinción del periodismo impreso llamada secretaría de redacción, suerte de híbrido que te permitía leer todo el día, hacer títulos como arroz, sacar cuentas de caracteres, para luego disponerlos en una maqueta rayando con marcadores y contando centímetros sobre papel (siempre calculaba mal aquello), y en áreas de coordinación.
A punta de golpes de Estado empecé a escribir artículos de opinión. Casi con desespero. Llegué a contar hasta cinco por semana en aquellos meses posgolpe. De ese tamaño era, y aún es, la dictadura mediática. Las páginas web antiescuálidos punto com y aporrea punto org nacieron, y desde ahí pudimos ver y leer distinto. La guerrilla comunicacional empezó en 2002.
Dos años después, en junio de 2004, pude estrechar por primera vez la mano del Presidente Chávez, cuando un jurado decidió darme una mención en opinión del Premio Nacional de Periodismo por mis escritos, hasta ese momento sólo vía web. Más adelante se publicaron un tiempito en el vespertino El Mundo. La dictadura mediática se sostuvo aun derrotada la derecha en el golpe de abril de 2002 y en el paro petrolero. Tuvieron que pasar siete años más para que naciera el Correo de Orinoco, por iniciativa del Presidente Chávez y el diario Ciudad CCS, por iniciativa de Jorge Rodríguez.
En el diario Ciudad CCS nació la Letra desatada, de aparición semanal. Quiso el azar que este año, cuando partió el Presidente Chávez, llegara otro premio, el municipal de Libertador, por opinar. Y recordé entonces que también es culpa de él que yo escriba. Hoy recuerdo su sonrisa perfecta, sus chistes, su llanura de hombre de Barinas, su sinceridad sorpresiva, su galanteo con las mujeres, su amor por las niñas y niños, su humildad de campesino, sus cuentos del arañero, su palabra precisa, sus canciones favoritas, su amor por Venezuela y su gente, su patriotismo, sus lecciones de historia de Venezuela, sus regaños… De repente uno se encuentra un domingo sin tema que escribir y aparece su mirada como un rayo. Una mirada que aún duele, como duele la ausencia del amigo, del padre, del hermano. Es ausencia de gigante. Sigamos…